De un tiempo a esta parte va girando este cuaderno de la asignatura hacia aspectos no directamente atribuibles a eso, la asignatura. La relación profesor-alumno cada día se hace más compleja. Es injusto llamarlo guerra pero es exactamente así como parece que discurre el día a día: el alumno inventa nuevas tácticas y el profesor se adapta y contraataca, o trata de adelantarse a la batalla y ser fiel a su estrategia. Nuevamente injusto, muy probablemente, decir que el alumno inventa nuevas tácticas... o que así le han enseñado que han de ser las cosas, tampoco quiero cargar a sus espaldas todo lo que, con el paso de los años, va acumulándose en el "cualquier tiempo pasado no necesariamente eees, ni mucho menos, peor".
Vaya, todo esto para enlazar otra de esas noticias que sorprende que lleguen a la prensa de toda la vida, no el simple exabrupto tuitero. Pues suscribo el fondo de la crónica, aún cuando se dé la falsa impresión de que esto es cosa de la crisis, como si fuera la primera vez.
Curioso, también, que se vocee que la masificación de las aulas se arregla con el paso de unas pocas semanas. Y nos quedamos tan tranquilos, "ya está dicho, ¡ea, a otra cosa...!". Me parece a mí que no es ley de vida esperar a que se mitigue la falta de sillas por simple decantación. Como apunte al margen: yo sigo buscando (todos los años, en grado y en no grado) ese grupo, numeroso por cierto, de matriculados cuyo único ánimo es apoyar a la Universidad Española, que dan su dinero a fondo perdido pero que no quieren molestar y, por lo menos las mías, jamás pisan el aula, ni para los exámenes.
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